El segundo día fue dedicado a Bruselas y a Gante. En la capital vimos el edificio de la Comisión Europea (incluso nos hicimos una foto tarareando el himno de la alegría, al igual alguien se sabía la letra en alemán).
Para variar, los cazamariposas, esta vez acompañados por Gorka y Jesús, nos perdimos un rato al entrar en el edificio (hasta dónde nos dejaron) ganándonos la inevitable reprimenda de los demás, especialmente de Samu, que ya tenía práctica en este sentido. Cómo anécdotas divertidas, cabe decir que Silvia Cristina no se dio cuenta que estábamos delante de la Comisión Europea hasta al cabo de veinte minutos de estar delante y yo estuve buscando durante el mismo lapso de tiempo el letrero en catalán hasta que me di cuenta que no existía.
A continuación visitamos el Palacio Nacional y el bonito parque lindante. Después de andar toda la mañana, se abrió el debate sobre lo que debíamos hacer a cotinuación. Alberto pensaba que ya habiamos visto bastante de bruselas, Jesús opinaba que realmente aún no habíamos visto nada. Isma no opinaba, se encontraba en estado de shock, al haberse enterado de que a los 50 "un tío te mete el dedo por el culo para saber si tienes bien la próstata". Alberto, de hecho, estaba a la espera de una amiga que nunca llegaría a aparecer. Finalmente decidimos ir a Gante. Ruru, que se había ido al dentista porqué le dolía una muela después de un amanecer un tanto desagradable:
"me desperté y me pregunté 'qué hago aquí, cómo he llegado y por qué me duele tanto la boca?". Quedó con Emilio en una parada equivocada. Después de reencontrarnos todos, nos encaminanos joviales hacia Gante. Algunos ya la habíamos visto y la verdad es que no la recordábamos tan bonita. Allí nació un mito (que sea una realidad aún está por comprobar) cuando Cristina habló del tamaño standard del miembro viril de los palentinos (unos 50 cm si mal no recuerdo).
También tuvimos la suerte de conocer a un borracho flamenco del que Samu sacó muchos sabios consejos.
Por la tarde, cansados de ver tantas iglesias, volvimos al albergue para prepararnos para salir. Nos volvimos a encontrar con las andaluzas y mientras algunos bebían, Jesús, Gorka y yo jugábamos al pin pong (sí, en efecto, me bebí un poco de cerveza de fresas por el ojo al hacer la broma de "pero, ¿dónde está la fresa?"), Isma y Emilio estuvieron haciendo flexiones con las chicas encima después de haber hecho pesas con el mobiliario y de haber jugado a bolos con las cervezas. Y si las andaluzas no quisieron acompañarnos hacia la noche belga, Emilio y Samu se encontraron con un amigo valenciano que acabó cantando "Carolina trátame bien" por la calle con nosotros. A eso, yo lo llamo integrarse fácilmente.
Antes de salir, mientras unos cuantos estábamos tranquilamente charlando en la puerta del albergue (con un tono de voz español, para qué negarlo), de pronto nos cayó una tromba de agua pero no de la madre naturaleza sino de los humanos del piso de arriba. A pesar de que la tromba nos sentó como un jarro de agua fría, valga la redundancia, los ánimos no decayeron y cuando acabamos de salir todos del albergue, nos encaminamos hacia la discoteca. Es importante añadir que en ese albergue siempre nos trataron con suma cortesía. Cuando una vez hicimos demasiado ruido el encargado del albergue, un cubano digno de Fidel, nos rogó que "hiciéramos el favor de callar la puta boca". Prosiguiendo con el relato de la noche, os contaré que Emilio, a quien el alcohol había empezado a hacer efecto, temiendo a Isma y a sus acciones cuando daba el pego (ver mail de Samu) empezó a pedir que sólo quería que se le acercase Samu por miedo a volver a caer escaleras abajo (aún teniendo en cuenta de la notable ausencia de escaleras en medio de la calle). Todos llegamos a la siguiente conclusión: si quieres que un amigo te deje aguantar su borrachera, nunca le tires por unas escaleras.
Hubo varios momentos divertidos dentro del local. Por ejemplo: Eukeni se quedó dormido en el baño de caballeros; Julen se dedicó a robar cervezas de la barra y a repartirlas generosamente entre sus amigos... y muchas otras que la gente no ha logrado recordar puesto que el nível etílico en el momento era bastante elevado. A cierta hora de la noche, algunos decidimos volver al albergue. Emilio y Julen no lo decidieron pero nos los llevamos porqué era mejor por su seguridad y la de los demás. Cuenta la leyenda que se acompañaron mutuamente y dicen el uno del otro que se salvaron la vida el uno al otro al casi atropellarles un coche. La verdad es que Julen se llevaba casi todas las farolas que se le ponían por delante, dudo mucho que hubiese podido esquivar un coche solito y aún menos salvarle la vida a Emilio. Éste a su vez tampoco podía pensar mucho en coches asesinos puesto que a medidad que iba recuperando la conciencia, el hambre se le iba manifestando en forma de deseo de kebap.
Al llegar al albergue, dejamos a Julen a su merced (es decir, en su cama) y Amparitz (Amparo y Aritz que aún no eran una unión indivisible en público), Emilio y yo nos fuimos a buscar el ansiado kebap. El kebap de los c**** lo fuimos a buscar a Turquía de lo que mucho andamos. Por el camino nos encontramos a unos cuantos que volvían de la discoteca (los supervivientes). Quisieron seguirnos en la búsqueda del kebap pero nos perdieron. De vuelta al albergue, nos encontramos a Alberto y Fer que se habían hecho amigos de un borracho, comme d'habitude. Finalmente llegamos a nuestra destinación, Amparitz, Chip y Chop, el suecano y una servidora.
¿A que vosotros creéis que hasta aquí llega el relato de la primera noche? ¿A que se os hace difícil imaginar que pueda haber más anécdotas? Todo parecía calmado y reposado al llegar al piso en el que teníamos las habitaciones. Yo me metí en mi cama y mientras buscaba mi pijama me di cuenta que me faltaba una parte de él. Cristina que se había levantado al oírme entrar, me observaba. "¿Te falta algo?" me preguntó finalmente con una pequeña risita disimulada. Le contesté que me faltaba la camiseta del pijama. Siguió riéndose por lo bajo: "Te voy a confesar algo, pero que conste que yo no he dicho nada. Ha venido 'alguien' y se la ha llevado". Ese alguien sólo podía Aritz que tenía una especie de fetichismo con mi camiseta Hello Kitty difícil de entender. Me vestí, me fui directa a la chambre"cazamariposas" y al grito de "¡¡Aritz, sé que estás allí, devuélveme mi camiseta!!" empecé a aporrear la puerta. Gorka entreabrió la puerta y Jesús que estaba detrás la cerró de golpe al creer que quería invadirle la habitación (o al menos es la excusa que me dió al día siguiente).
Mientras yo estaba intentando recuperar mi camiseta noté que había movimientos por el resto de habitaciones. En especial, noté que Eukeni salía de su habitación y al grito de "¡¡¡¡¡Venid!!!!!" nos agarraba a Cris y a mí (las pocas chicas que estábamos despiertas en ese momento y nos arrastraba a su cuarto). "¡Venid que veréis a Julen como se la menea!" chillaba el homónimo de la bebida. Obviamente ante semejante amenaza, las dos nos resistimos a entrar en la habitación.
"Que no, que en realidad no se ve gran cosa" continuaba Euk. Poco a poco, Cris y yo nos metimos en la chambre y vimos a el vasco estirado en su cama con la mano metida con dificultades en la bragueta con signos visibles de inconsciencia. La risa de Euk le llegaba con tal fuerza que se cayó al suelo y se revolcó por él mientras literalmente "se descojonaba" de la risa.
No contentos con que la palentina y yo fuéramos testigos del espectáculo, Fer y Alberto que andaban en unos calzoncillos que dejaban poco a la imaginación, fueron a buscar a otros que sabían que apreciarían el momento en su justa medida, al grupo Mastur. Lo que no sabían en ese momento es que ese acto iba a tener consecuencias irreversibles sobre su sistema respiratorio. Fue entrar al cuarto y salir despavoridos debido al irrespirable ambiente que había. Decidieron aventurarse de nuevo en la habitación para comprobar si los integrantes del grupo habían muerto envenenados o sólo se habían desmayado. En efecto, parecía que los cuatro no había sucumbido a la muerte pero tampoco eran muy sensibles a los gritos de "¡Joder, tío, qué mal huele!". Finalmente, se les dejó a su aire y nunca mejor dicho.
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